No hay otra forma que empezar el artículo lamentándose que por desgracia las mascotas no son eternas, al igual que nuestros seres queridos humanos. Los animales al igual que las personas, nacen, crecen, envejecen y mueren. Esto no debe ponernos tristes, sino darnos la motivación de disfrutar del tiempo junto a ellos y darle sentido al presente.

Es cierto, que por cuestiones genéticas y el entorno de la mascota, una correcta alimentación, revisiones veterinarias, una vida activa físicamente… ayuda a dar calidad a la vida e incluso aumentar la esperanza de vida. Hay perros que han llegado a vivir veinte años.

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Pero a todos nos llega el momento de partir, y existe una serie de signos que no indica que el final está cerca, y hay que demostrar que estamos a su lado en este trance. Es importante, conocer cuáles son esas señales antes de su muerte, para poder ofrecerles nuestros medios, amor y comprensión para que el final del viaje sea lo mejor posible.

Signos y señales de que un perro está muriéndose

Dejan de comer y beber

La pérdida de apetito es un indicador siempre de salud. Cuando están muy mayores el apetito se pierde significativamente, incluso la sed. Si dejan de comer y beber puede ser una señal grave de salud.

No quieren ir a la calle

El interés por bajar a la calle o pasear también desaparecen puesto que se muestran cansados o con dolores que les impide andar, correr o bajar escaleras.

Menguan su actividad

En coherencia, ni su juguete favorito lo hace moverse o activarse. Mostrando un comportamiento deprimido y aletargado.

Bajan de peso

Lo primero que suele llamar la atención, es su severa pérdida de peso. A veces, ni siquiera es en proporción a lo que dejan de comer

Se hace las necesidades encima

La incontinencia es otro de los problemas asociados a la vejez, pero cuando esta característica es sumatoria con todas las demás, es posible que ya no pueda controlar sus esfínteres.

Se esconden o huyen

El instinto canino, les hace comportarse así. Sus descendientes durante cientos de años, vivían en manada, y para proteger al grupo de ser una presa fácil o inconveniente para el resto de los miembros, el can moribundo o enfermo abandonaba el grupo por el bien y la seguridad de los demás.

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